Habla el Picao en ocasiones de las gentes del Raval. Su bienamado barrio del alma.

Según el Picao, en ese reino de sol, salitre y pinos, él es el menos picao de todos. Nos habla de un microuniverso de gentes que abanican el murmullo con el grito y que se dan a la cólera tanto como al amor, que tiñen en vino su riqueza o su pobreza. Que te dan una amistad eterna tan vibrante como la del primer día. Según el Picao, nadie en el mundo es más fiel a cuatro calles. Se le ponen los ojos quitinosos cuando su mente está vagando allá, en su infancia probablemente.

Habla de personas y personajes legendarios cuan Cantar del Roldán. Pescadores rescatando bañistas, subidores de cucañas, estraperlistas, temerosos enterradores de fusilados, estibadores entre bombas, bromistas brutales, cazadores de pardales a la red, colombofílicos, petanqueros, juleperas y colmados de fe en Septiembre, además de un sinfín de otras cosas antiguas y olvidadas para casi todos.

Habla de muchos, pero hoy me he acordado de Pepito Colla, el padre del Pitu, y quiero escribir sobre él porque, cuando pasen muchos años, quiero poder seguir leyendo lo que escribí sobre el en este día tan oscuro y frío para el mundo en el que el Picao ha conocido que Colla nos ha dejado varados en este Cocó desangelado.

A Pepito Colla se le podía encontrar en muchos lugares del barrio aunque a determinada hora, yendo a la Sociedad, tenías más probabilidad de dar con él. La Sociedad es una suerte de Cerve que tienen allá en el Raval y de la cual ya hablaré cuando se deba. El caso es que Colla era un habitual de la Sociedad y se le podía encontrar en numerosas ocasiones en la barra con una caña delante o en la puerta, detrás de un cigarro.

A medida que iban pasando los años y los achaques se hacían más notorios, Pepito trataba de recortar sus placeres licenciosos, lo cual no es más que una manera enrevesada y hortera de decir que estaba quitándose de fumar. Haciendo de tripas corazón mantenía una lucha colosal contra la nicotina y sostenía ser vencedor y sólo ceder en ocasiones al pérfido vicio. Y cuando más afirmaba que había vencido al monstruo, el lorito chivato e impertinente de Google Maps, en su afán por apoderarse del espíritu y cuerpo del Raval, lo retrató cigarro en mano en la puerta de la Sociedad. Sin saberlo, Google había capturado dos monumentos del barrio en una sola imagen.

Me cuenta el Picao que se nos ha ido Pepito Colla, padre de su gran amigo Pitu. Colla, que tenía el rostro poblado de amabilidad, serenidad y sorna. Me cuenta que sabe que hoy se le ha ha caído un trozo del alma al Pitu y que le duele imaginar su dolor. Dice el Picao, con voz entrecortada, que él sabe que en el cielo, en el verdadero cielo, hay una Sociedad en la que Pepito Colla acaba de pedir una cerveza para hacer tiempo hasta que lleguemos.

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Nombre